El director S. Craig Zahler regresa a Sitges tras presentar hace un par de años Bone Tomahawk, y lo hace con un thriller contundente centrado hombre que no le queda más remedio que aceptar traficar con droga y que se acabará en la cárcel debido a sus ideales.
Con un inspiradísimo Vince Vaughn, la película vale que le cuesta arrancar y no es hasta más de la mitad donde realmente juega su baza más salvaje y más violenta, pero hay casos en que la espera merece la pena, y este es uno de ellos.
Poco a poco, la violencia va creciendo y apoderándose del personaje protagonista, abocado a un destino que en ningún momento rehúsa, sino que se entrega consciente de las consecuencias y sin dudar un momento, recordando por momentos a aquel celebre personaje de Clint Eastwood en Sin Perdón. Y es que Craig Zahler no abandona del todo el western en su segundo film, por mucho que lo ambiente en la actualidad, el género se respira sobre todo en su brutal parte final.