Muchas ganas había de lo nuevo de Lanthimos tras la estupenda Lobster, pero esta The Killing of a Sacred Deer, aunque tiene momentos poderosos y una trama convincente, no consigue llegar a los niveles de genialidad de su anterior film, aunque eso si, es puro Lanthimos, para bien y para mal.
El director vuelve a contar con Colin Farrell en la piel de un cirujano que mantiene una extraña relación paternal a espaldas de su familia con un joven, cuyo padre fue paciente suyo y falleció hace algún tiempo. Poco a poco iremos conociendo las razones de uno y de otro, y veremos como cada vez todo se va volviendo más insano y más violento, más enfermizo.
Lanthimos sabe mezclar diálogos absurdos cotidianos con chispas de elocuencia bizarra capaz de dejarte descolocado. El film va avanzando con sosegada calma y con actuaciones precisas, frías y distantes, pero a la vez contundentes, a destacar al joven Barry Keoghan en un papel complicado en el que resalta en el conjunto.
Pero esta vez la mezcla no funciona tan bien, y The Killing of Sacred Deer sufre de un ritmo excesivamente sosegado que ha aburrido a más de uno y de dos, que hace que se salde con un notable justito más que con un sobresaliente.