Queda claro una vez más que Guillermo del Toro funciona mucho mejor en películas pequeñas e historias intimistas que en grandes presupuestos y ambiciosos films cargados de efectos especiales. Y ya tocaba, porque por mucho que me guste el director, sus últimas películas no me acababan de llenar del todo, y con The Shape of Water retoma su mejor versión para ofrecernos una fábula maravillosa sobre la amistad y el amor, sin renunciar al fantástico, etiqueta que nunca abandona.
The Shape of Water toma prestado bastante del imaginario visual de Jean-Pierre Jeunet, ya no solo de Amelie, sino de sus primeras obras donde los escenarios son también parte protagonista, al igual que las innumerables referencias de cine, televisión y música, se nota aquí un amor al cine clásico que queda claramente reflejado en la película.
Hay que rendirse ante Sally Hawkins, que construye un personaje mudo muy emocional y admirable, pero no hay que dejar tampoco de felicitar a un inconmensurable Michael Shannon como villano que borda un personaje tan antipático como carismático.
Se le puede reprochar un tramo final algo predecible, pero con la épica que consigue es del todo perdonable. The Shape of Water recupera al mejor Guillermo del Toro, al que no veíamos desde El Laberinto del Fauno, y la verdad es que ya se lo merecía, y lo hace fiel a su estilo y con valentía en una historia que consigue que esta historia de amor tan improbable acabe siendo mágica.