Que conste que ya os lo avisé, la peli más bizarra del Festival este año era The Greasy Strangler, y una vez vista creo que la previsión se queda corta para este desfile de absoluta locura que nos ha saltado las lágrimas en más de una ocasión, el gag del potato es antológico.
The Greasy Strangler es un drama marginal muy pasado de vueltas sobre un padre y un hijo que no se parecen en nada, es más, son prácticamente lo opuesto, que luchan por conquistar el corazón de una mujer mientras hay un grasiento asesino que se dedica a matar a todos sus conocidos, otra fauna de personajes bien raros. Entre lo cotidiano y lo asqueroso, con la escatología como bandera, el film muestra una faceta muy real de cuerpos imperfectos desnudos sin complejos y de relaciones insanas, como una mezcla imposible de La Hora Chanante con John Waters, no me digáis que el hijo no tiene a un aire a Joaquín Reyes con prótesis.
The Greasy Strangler tiene de todas maneras un gran problema, y es que la broma llega un momento en que es la misma una y otra vez, se vuelve repetitiva y ya no sorprende tanto como la primera vez, como una de esas películas de gore japonés, que una vez has visto ya como cortan cuatro cabezas el resto ya no hace tanta gracia. De todas maneras, es una de las películas con las que más he reído y su viaje merece mucho la pena por lo atrevida, valiente, desagradable y asquerosa de su propuesta.