Se podría decir que con Kibu, Takeshi Kitano se mueve dentro de su zona de comfort, traiciones y asesinatos en la lucha por ocupar el poder es un tema de lo más recurrente en su filmografía, y la novedad es que deja de un lado la mafia y la yakuza para llevarnos hasta la época de los samuráis y de la unificación de Japón.
Nos encontramos con un entramado de clanes y de señores feudales en el que a veces es difícil de seguir la linea argumental, sobre quien traiciona a quien, quien se alía con quien, quien mata a quien, un embrollo al que ya nos tiene acostumbrado Kitano, sus últimos films de Outrage ya eran así, que como no estuvieras muy atento te perdías a la mínima.
Kitano también trata el tema de las relaciones homosexuales entre samuráis, algo que le da un tanto de frescura al film, que no será de los mejores trabajos ni más originales de su cineasta, que quizás ya toco techo en su mejor época entra finales y principios de siglo, pero desde luego que es un placer volver a encontrarse con un film tan visceral y tan Kitano.