Es posible que junto a Possessor y Mandibules, Come True sea de las películas que más ha gustado en Sitges este año y seguro que por detalles, como luego comentaré, no ha estado en lo más alto del Palmarés. El segundo film de Anthony Scott Burns es una magistral demostración de talento que nos sumerge en el oscuro mundo de Sarah, una joven que duerme donde puede ya que no quiere ir a su casa, y que se apunta a un estudio del sueño en la universidad para descubrir que son las pesadillas que la acechan.
Pero este estudio del sueño esconde en realidad un propósito oculto que llevarán a Sarah a descubrir que sus pesadillas forman parte de algo más grande de lo que puede imaginar. Empieza así un viaje que se mueve entre lo onírico y el thriller de terror y ciencia ficción, donde Anthony Scott Burns nos lleva de la mano al interior de oscuras pesadillas protagonizadas por una misteriosa silueta sombria al acecho que son una maravilla.
Una convincente Julia Sarah Stone da vida a un personaje cargado de traumas y bastante antisocial al que iremos descubriendo poco a poco y conociendo sus miedos y fobias. Come True nos va adentrando a un mundo donde la mitología se entrecruza con las pesadillas, y que no para de crecer hasta llegar a un tramo final de auténtica tensión y terror que no para de crecer.
Cuando construyes un film así de complejo y ambicioso, el mayor problema al que te enfrentas es si tendrá la capacidad de cerrar con un buen final que de sentido a todo, y aquí es donde radica la mayor flaqueza de Come True, que nos ofrece una escena final, un último plano en realidad, que tras unos giros loquísimos, aun no se si es una genialidad o una tomadura de pelo. Pero desde luego, que al menos el viaje ha valido, y mucho, la pena.