Desde Hungría nos llega esta historia de fantasmas que nos lleva hasta el frío invierno de 1918. Tomás ha sufrido en la guerra una experiencia cercana a la muerte, y ha podido regresar al mundo de los vivos gracias a una niña que gritaba su nombre. Ahora, Tomás se dedica a la fotografía post mortem, y en una feria se cruza con la niña que evitó su muerte.
Tomás seguirá a la niña hasta su pequeño pueblo, donde descubrirá que hay algo oscuro acechando, y empezará a investigar decidido a encontrar que es lo que quieren esas figuras en las sombras y así salvar a la niña y al pueblo entero.
Con una ambientación brutal y sobre todo con dos buenos personajes que funcionan muy bien juntos y que establecen una buena relación paterno filial, Post Mortem nos ofrece una historia de corte clásico y gótico de un cuento de fantasmas en el que es fácil adentrarse en su misterio.
La mayor pega que le encontramos es que llegado cierto punto, se le va la mano con su vertiente sobrenatural y se excede, rozando el ridículo, en mostranos las consecuencias de estas presencias y como interactúan con la gente. Es una pena que se opte por la exageración en vez de la sutileza, y le habría venido mucho mejor a un film que no necesitaba de tanto. Pero a pesar de todo es de las mejores historias de fantasmas que hemos visto este año pasar por Sitges.
