Saint Maud nos lleva a adentrarnos en un viaje a la locura marcado por la religión, en donde una joven llamada Maud, una enfermera de cuidados paliativos a domicilio, cree que además de ayudar físicamente a sus pacientes, debe también salvar su alma. Su nueva paciente es Amanda, una mujer que había sido bailarina, y que se aleja bastante del concepto de Maud de persona devota.
El film de debut de Rose Glass es una de esas películas que están dando mucho que hablar este año, y no es para menos, ya que a pesar de que conjuga los elementos mas escabrosos sobre el catolicismo, que ya hemos visto muchas veces y que no son nada nuevo, si que consigue crear un drama y un personaje central digno de mención.
Y eso, es sobre todo gracias a una actuación memorable de Morfydd Clark como Maud, que crea un personaje frágil y a la vez decidido y obsesionado con cumplir su cometido. Aunque tampoco hay que olvidarse de una gran Jennifer Ehle, que interpreta el personaje de Amanda, que supone todo lo opuesto a Maud. Toda su primera parte donde los dos personajes se van conociendo y van congeniando a pesar de sus diferencias es de lejos lo mejor del film, eso y sus 10 minutos finales, dejándonos un pequeño tramo intermedio, que ha pesar de ser necesario, se hace un poco cuesta arriba.
Saint Maud no aporta, ni creo que lo pretenda, nada nuevo sobre el catolicismo más duro y doloroso, aunque se usa de él para crear un brillante retrato de una joven perdida y que encuentra en la fe y en la religión un modo de vida y una obsesión que la conducirá a la perdición.