La película ganadora del Festival de Sitges de este año es un contundente drama de los directores Veronika Franz y Severin Fiala, responsables de películas como Goodnight Mommy o The Lodge, que nos adentra de una forma natural en el terror que sufre una mujer al ver como su vida no es lo que esperaba y que sus sueños de ser madre no se cumplen.
The Devil’s Bath nos lleva hasta un pequeño pueblo de la Austria rural del siglo XVIII en medio de los bosques, donde Agnes, venida de otro pueblo, se casa con un hombre al que espera hacer feliz y darle muchos hijos. Agnes reza cada día para quedarse embarazada, pero su marido no está muy por la labor, y además, tampoco logra adaptarse a la nueva vida en el pueblo, no se le dan muy bien las tareas que realizan como la pesca, y poco a poco se va sintiendo más sola y desamparada.
La película nos recrea la vida del lugar de una forma concisa y detallada, casi tanto que parece que estemos viendo un documental de la época, con unos actores totalmente entregados a la causa con una Anja Plaschg inmensa en su papel de mujer desesperada por tener un bebé y por adaptarse a una nueva vida pero que cada vez se va hundiendo más en la depresión y en las pocas ganas de vivir.
Veronika Franz y Severin Fiala rescatan un poco conocido dato histórico que explica muy bien tanto la cruda escena inicial como el tramo final del film, y que le da sentido a todo. Poco se le puede reprochar a este film salvo su ritmo pausado y tranquilo, pero es que casi lo pide a gritos tal y como está planteado. Desde luego, era una de las mejores opciones de este año para llevarse el premio a mejor película.