Soderbergh presenta en Sitges su último trabajo titulado Presence, una incursión dentro del cine sobrenatural y de terror del director, que ya os digo que de terror tiene entre poco y nada. El film tiene la particularidad de que está rodado desde el punto de vista de la entidad que habita en la casa en la que se acaba de mudar una familia, y se nota en lo visual, donde la cámara son los ojos del fantasma y el espectador ve en todo momento lo que este está mirando y se mueve con él a través de esta gran casa, con lo que en todo momento nos encontramos con planos alejados y movimientos de cámara.
A modo de experimento visual me parece de lo más interesante y que está lleno de posibilidades, pero Soderbergh apuesta por un drama familiar en el que la madre está medida algún tipo de marrón y solo tiene ojos para el hijo mayor, el padre es un buenazo que prácticamente no tiene ni voz ni voto, el hijo es un adolescente consentido y la hija, también adolescente, acaba de perder a su mejor amiga por un tema de drogas y lo lleva como puede.
Parece, y realmente es así, como si estuviéramos espiando a una familia en su día a día con sus problemas y su convivencia del día a día. Soderbergh nos muestra de una forma no muy sutil sus cartas, con lo que uno ya se ve venir al final como acabará la cosa, lo cual tampoco juega demasiado a su favor. Lo mejor de todo es que es cortita y no hace demasiado bola.