Nos la habían vendido muy bien, como una Mad Max en la nieve, y aunque algo si que tiene, no lo vamos a negar, la realidad es que se trata de un film soporífero que tiene una buena premisa y un buen escenario, pero todo acaba desaprovechado por la decisión de su directora, la canadiense Kirsten Carthew, de hacer con esto algo artístico y no tener diálogos, y los pocos que hay, son en un extraño idioma que ni se preocupa en traducir.
Polaris nos presenta un planeta post-apocalíptico y helado, en la que una niña llamada Sumi vive junto a una osa polar. Pero cuando un grupo de violentos cazadores se cruza en su camino, si vida cambiará, y deberá unirse a una chica llamada Frozen Girl para huir de ellos y dirigirse hacia la única luz que Sumi conoce, la estrella Polaris.
Estéticamente luce bien, y su joven protagonista, Viva Lee, lo hace estupendamente, si se hubieran preocupado en crear un entorno y contarnos algo más sobre este futuro, y en tener diálogos otro gallo cantaría, pero el resultado es un film que te lleva hasta el aburrimiento más absoluto y que se hace pesado y difícil de ver en Sitges donde uno duerme poco y estas películas se hacen eternas.