Podemos decir que Angelica es la segunda castaña de película que me trago en Sitges este año, y es que el nuevo trabajo de Mitchell Lichtenstein, director de la divertida Teeth, es un drama de época con tintes de terror sobrenatural que se ve incapaz de llevar a buen puerto una propuesta que a priori nada tiene que ver con el terror, con lo que le acaba quedando un pastiche que ni una cosa ni la otra.
Constance es una joven recién llegada a Inglaterra a finales del siglo XIX que se acaba casando un doctor. Con el matrimonio descubre los placeres del sexo a los que se acaba rindiendo, pero tras el complicado parto de su primera hija, Angelica, los doctores le recomienda abstinencia ya que seria muy probable que no sobreviviera a un segundo hijo, queda claro que por aquella época no existían los preservativos ni otros métodos anticonceptivos.
El matrimonio lleva fatal lo de la abstinencia y la tensión entre ellos crece y se va haciendo más insoportable su relación, aquí es cuando la película empieza a desvariar y a introducir el elemento sobrenatural como un signo de la frustración de Constante, que además vive obsesionada con su hija y con protegerla. Lichtenstein va revolviendo la trama sin que parezca muy bien a donde quiere llegar, confiando todo a una locura de la protagonista empeñada en luchar contra algo sobrenatural que cree quiere abusar de su hija.
Angelica en principio va sobre el deseo y la obligación de reprimirlo, pero acaba degenerando en una cinta de terror de muy poca entidad y mezclando géneros sin mucho sentido, con lo cual no acaba de funcionar ni como drama ni como cinta sobrenatural. Se le tiene que reconocer a Jena Malone que la pobre lo intenta y le pone ganas, y la película se acaba haciendo más soportable gracias a ella, interpreta su papel de joven delicada que se rinde a la desesperación y a la locura de manera eficiente, pero está metida en unas situaciones que no ayudan en nada y la cinta acaba naufragando.