Penúltimo post de críticas de Sitges, con este y el siguiente ya daré por finalizada la ración de críticas, quedará por lo tanto un pequeño post de valoraciones donde os diré además cuáles han sido mis películas favoritas de Sitges.
Cheatin’: Nuevo trabajo del particular animador Bill Plympton, con su peculiar estilo de siempre, es decir, un film de animación artesanal, de trazos a lápiz, y mudo, es decir, que no hay diálogos, lo cual no es problema con la sobrada imaginación del director.
Ella conoce a Jake en una atracción de autos de choque, y enseguida nace el amor. Ambos son atractivos y serán puestos a prueba en su relación, pero un malintencionado inequívoco hará que esta se tambalee. Plympton nos cuenta una historia de amor y de redención, de celos y de neuras que llevarán a nuestra pareja protagonista al límite y a ver como su relación perfecta se hace pedazos.
Plympton utiliza su acostumbrado desbordante poderío visual cargado de metáforas y malabarismos visuales para acompañar la historia, todo aderezado con una gran banda sonora en donde juega con la imagen, con el trazo y el color.
A medio camino entre el drama, el romance, la ciencia ficción e incluso el thriller, Plympton construye un film que no defraudará a sus seguidores, y que además hemos podido ver en primicia mundial en Sitges, donde el director se acercó a presentarlo y donde como es habitual, montó una mesa a la salida donde vender DVD’s, postales y contestar cualquier pregunta.
New World: Thriller coreano que sigue demostrando el buen momento de forma que vive el cine de este país. Todo empieza con la muerte de un líder de la mafia, lo que dará pie a una guerra por ocupar su lugar en la que intervendrán los aspirantes al título de la organización, la policía y un agente infiltrado, que se verá entre la espada y la pared.
Dirige el film Park Hoon-jung, conocido guionista de films como I Saw the Devil o The Unjust, que también firma el guión de esta su nueva obra en la que apunta bastante alto. Podríamos definir el film como una mezcla entre Infernal Affairs y El Padrino, en donde el juego de traiciones, verdades ocultas y lealtades es de vital importancia.
Si Oldboy será recordada entre otras cosas por su violenta escena del pasillo con el martillo, no os perdáis la escena a cuchillazos en el ascensor que es acojonante. No es que el film tenga demasiada acción, sino que va avanzando más bien a base de diálogos y de como cada personaje juega sus cartas para hacerse con el cargo, pero cuando se mete en ello, lo hace a conciencia y sin miramientos, con alguna que otra muerte realmente dramática y con un final a la altura.
Lesson of the Evil: Cuando Takashi Miike está inspirado, consigue realizar una película tan redonda como la que nos ocupa, claro ejemplo del mejor cine al que es capaz de llegar. En Lesson of the Evil crea a un personaje carismático, amable, elegante y a la vez aterrador y totalmente enajenado.
El protagonista es un profesos de inglés recién llegado al instituto, de buena presencia y carácter afable, no tarda en hacerse con el cariño de sus estudiantes y de los demás profesores, pero oculta un terrible secreto, y es que en realidad se trata de un sádico asesino sin miramientos.
Miike empieza con ritmo lento, presentado a personajes, la situación en el instituto, etc. Pero no hay que desfallecer, ya que el film va ganando a medida que avanza y la preparación habrá valido la pena cuando lleguemos al tramo final donde asistiremos a una de las matanzas más sangrientas, salvajes y brutales que se han visto en una pantalla, un auténtico festín de terror y crueldad sin límites.
Nuestro profesor va recordando su pasado y sus crímenes a ritmo de Mack The Knife, o Mackie Messer, melodía que acompaña a todo el film en sus diversas versiones, tanto original como a ritmo de jazz e incluso otras, hasta el mismo protagonista acaba cantando. Miike ha creado a un personaje con tanto potencial, que tiene claro que volverá a usarlo, así nos lo hace saber al final de su film con un continuará que promete no dejarnos colgados y saber más de este profesor chiflado.
Dragon Ball Z: Battle of Gods: No nos engañemos, el último film de la saga Dragon Ball Z es más de lo mismo, una mera excusa para volver a encontrarnos con los protagonistas que a muchos nos acompañaron en nuestra infancia, ¡que malo es el factor nostálgico!
El nuevo enemigo de Goku es esta vez el dios de la destrucción, que despierta tras años de letargo y que al enterarse de que alguien ha vencido a Freezer, decide conocer y enfrentarse a quien ha realizado tal hazaña. El personaje tiene su gracia, y resulta ambiguo, no sabes si es malo o si es bueno o si es tonto.
El mismo esquema que ya hemos visto en anteriores films se repite de nuevo, Goku se enfrenta y pierde, pero luego se inventan una chorrada y acaba pudiendo plantar cara a Bills, el dios. El problema de Dragon Ball Z es que ha llevado a sus protagonistas a un nivel de fuerza a través de la serie que ya resulta inverosímil avanzar más, encontrar nuevos enemigos, llevarlos hasta un siguiente nivel cuando hemos visto a sus protagonistas destruir planetas sin mucho esfuerzo por poner un ejemplo. La coherencia interna de fuerza y luchas ya no se aguanta por ningún lado si te paras a pensar un poco de que es capaz cada personaje.
Otra cosa que debería plantearse la serie de querer seguir adelante es de prescindir ya de una vez de los personajes de sus inicios que ya pintan poco o nada. En el film aparecen todos de nuevo, en una fiesta para celebrar el cumpleaños de Bulma, pero se limitan a aparecer de fondo o a tener alguna frase graciosa como mucho.
El factor nostalgia y alguno que otro gag hacen que el film se salve por los pelos, a pesar de que el nivel visual y la animación a pantalla grande no le hace ningún favor, ya que es bastante floja. Parece que al final da indicios de por donde podría continuar la serie, o bien alguna película nueva, en otra vuelta de tuerca que ya me parece rizar demasiado el rizo, y que quizás en forma de serie se podría desarrollar de manera más pausada y rica, pero en película volveremos de nuevo a más de lo mismo.