Tercer largo de Tomm Moore y tercera maravilla que nos ofrece el director, esta vez co-dirigiendo junto a Ross Stewart, con el que ya había colaborado en sus anteriores films. Wolfwalkers está bastante próximo a The Secrets of Kells, por época y temática, aunque Moore sigue fiel a sus constantes y de nuevo nos presenta a unos niños que descubrirán como el elemento fantástico cambiará sus vidas.
De nuevo con el folclore celta de fondo como referente, Wolfwalkers nos cuenta como una niña y su padre se acaban de mudar a un pueblo en Irlanda en plena edad media. Su padre se dedica a cazar a los lobos que acechan el pueblo, pero Robyn se aburre en su nueva situación, quiere ir con su padre de caza y no dedicarse a las tareas del hogar como le obligan. Así que un día se escapa para seguirlo, y se cruzará en su camino con Mebh, una niña que vive con los lobos, y aunque al principio chocarán, no tardarán en hacerse buenas amigas. Robyn descubrirá un nuevo mundo que desconocía al convertirse ella también en una wolfwalker.
El aspecto visual característico de la animación de Moore sigue siendo el mismo, la influencia del arte celta y medieval le va como anillo al dedo a esta historia por su ambientación. Si ya habéis visto alguna de ellas ya lo conocéis de sobra, su estilo estilizado y cartoon vuelve a ser precioso, lleno de colores en su representación de los bosques y con un diseño de personajes alucinante. La amistad, la intolerancia y la empatía con la naturaleza, otra de las constantes en sus anteriores film, se ven aquí acompañadas por el elemento feminista, son los personajes femeninos los que van siempre por delante del hombre, más centrado en la destrucción y en seguir las normas que en comprender el entorno que les rodea.
Wolfwalkers está lleno de magia y de fantasía, con algunos momentos memorables, la preciosa canción Running with the Wolves de Aurora parece que se haya hecho expresamente para la película, regalándonos uno de los momentos más sublimes y emotivos del film. Y es por destacar alguno, como podría hacerlo con su inmenso tramo final lleno de acción y emoción, pero es que Moore hace de cada fotograma una pequeña obra de arte.
El tema de los lobos, la naturaleza y la incomprensión de los humanos la hacen más que digna heredera de otras maestras como La Princesa Mononoke de Miyazaki o de Los Niños Lobo de Mamoru Hosada, y comparte con ellas ese tono más adulto de la animación, quizá sea la obra de Moore más enfocada a este público más que a los niños, aunque es evidente que estos la podrán disfrutar por igual.
Moore se convierte por derecho propio en un referente de la animación en Europa, en todo un regalo para los que amamos el género a cada nueva película suya, y tan solo cabe esperar que tenga una larga y fructífera carrera dándonos más alegrías como esta.