Comedia de terror cuyo mayor reclamo ha sido el reencuentro de la pareja Simon Pegg y Nick Frost, que vuelven a actuar juntos después de la trilogía Cornetto y la película Paul, aunque ya os avanzo que juntos, lo que es aparecer juntos, tan solo en una breve escena con dos líneas de dialogo que está puesta más para contentar al fan que para otra cosa.
Pero vamos a centrarnos en la película y en lo que tiene que ofrecernos esta Slaugterhouse Rulez, que nos situa en un apartado colegio de élite hasta donde llega nuestro protagonista, un joven nini al que su madre convence para que vaya a estudiar. Allí nos encontraremos con la típico en estos casos, los estudiantes pijos dominantes, los frikis inadaptados y, no podía faltar, la pija guapa de la que nuestro prota se enamora.
La película se divide en dos partes, la primera mitad se centra en presentar personajes, ver la vida que llevan en el colegio y plantar las bases para la llegada de los monstruos, y en la segunda mitad hacen acto de presencia las criaturas y se desata el terror, todo regado con un humor bastante negro que despierta cierta sonrisa y que es lo que hace que la película se mantenga a flote, ya que el resto no deja de ser algo ya muy visto.
Slaughterhouse Rulez aprovecha para mandar un mensaje ecologista y para mofarse de los grandes colegios privados donde se gestan las elites, con personajes de lo más estereotipados de típica película de colegio, con activistas ecológicos drogatas y con los marginados que son los que al final salvan la papeleta. De lo más divertido son la pareja de trabajadores de la empresa que excava para sacar un gas que es de donde saldrán las criaturas.
Sin pasar de ser una comedia de terror simpática, Slaughterhouse Rulez no deja de ser una serie B que luce bastante bien y en la que su único propósito es hacernos pasar un rato divertido sin complicarse mucho la vida ni pretender innovar en el género, y con eso cumple su cometido de manera efectiva.