Tras una primera trilogía adaptanto el manga Rurouni Kenshin, los creadores pensaron que seria buena idea hacer un par de películas más, una secuela y una precuela. La primera, la secuela, nos ha llegado a Netflix este pasado fin de semana, y hay que decir que a pesar de ser un gran fan del personaje, la película no llega al nivel de lo visto anteriormente.
Kenshin tendrá que enfrentarse esta vez a la venganza de su cuñado, siempre hay venganzas de por medio debido a su pasado como Battousai el Carnicero. El hermano de la que había sido la esposa de Battousai regresa para acabar con él ya que lo acusa de matar a su hermana. Para ello contará con un grupo de mercenarios que también buscan su revancha contra Kenshin.
A pesar de que tiene una gran ambientación, un apartado visual muy logrado, con unos personajes bien caracterizados, y unas escenas de lucha con espadas impresionantes, lo que no consigue funcionar es una historia que se hace demasiado larga y que parece dar todo el rato vueltas a lo mismo, repitiendo los mismos ataques y alargándola de manera innecesaria sin que haya en ningún caso nada nuevo que contar más que flashbacks dramáticos de algo que se supone ya nos contará la precuela que falta por estrenar.
También pesa que el villano en esta ocasión no tiene ni la presencia ni el carisma de Shishio Makoto, el personaje de las vendas de las anteriores entregas, y que la trama no consigue atraparte más allá de esperar la nueva pelea con espadas, que eso si, están rodadas de manera impresionante, con unas coreografías alucinantes, pero es que el resto me parece relleno para llegar hasta el final, y son más de dos horas de película que se hacen largas.
Nos queda entonces ya tan solo esperar la precuela, una historia que ya se realizó en forma de film de animación en su día, y que nos contará entre otras cosas como el personaje recibió la cicatriz en forma de cruz en su cara, una oportunidad para ver a Battousai en plena acción en su época de asesino que esperemos nos deje mejor sabor de boca que esta.