Spielberg adapta la novela Ready Player One de Ernest Cline, autor que además colabora en el guión, y lo hace de la manera más fácil posible, es decir, confeccionando un blockbuster de consumo rápido que se salva por ser un espectáculo visual de primera y sus continuas referencias a la cultura pop de los 80 y 90, pero que es incapaz de ir mucho más allá.
Ready Player One se aleja bastante del libro en el que se basa con la premisa de simplificar su trama, las pruebas para conseguir las llaves son bien distintas, en la película están mucho más encaradas a la espectacularidad y a dar juego visual que a ser mas concienzudas o perspicaces como lo pueden ser en el libro, salvo la última prueba que si es bastante fiel. También está claro que en una película se puede aportar muchas más referencias culturales tanto visualmente, habría que tener un mando para poner pausa en más de una ocasión para poder apreciar todo lo que nos ofrece, como de forma sonora, con una gran colección de canciones, pero hay que reconocer que estas son muchas veces más populares que las mencionados en el libro, que en verdad está algo más centrado en los videojuegos clásicos.
Si algo sabe hacer Spielberg, y aquí lo hace de manera sobrada, es crear un buen espectáculo, y eso se nota sobre todo cuando estamos en OASIS, donde las posibilidades son ilimitadas a la hora de imaginar cualquier secuencia. La carrera de coches es una gozada, toda la escena de homenaje a Kubrick igual, así como la gran batalla final, es realmente donde la película genera su mejor baza, que luego decae en cuanto la trama se pasa a la realidad, sin duda su parte más floja que de nuevo vuelve a variar bastante de lo que es la novela.
Otro de los problemas del film es la poca química que hay entre sus actores protagonistas, cuando se compenetran mucho más las versiones digitales de los personajes que las reales es que algo no va bien. Y en parte es culpa de un guión que va demasiado rápido, que quiere contar muchas cosas y que pone la directa son preocuparse de dar un momento de respiro a sus personajes. Porque lo del villano ya es de traca, más ridículo no puede ser.
Ready Player One nos presenta un futuro que tiene muchos números de convertirse en una realidad dentro de unos cuantos años, cuando la tecnología de realidad virtual este algo más avanzada, si hoy día la gente ya vive más pendiente de su móvil que de su entorno, en cuanto alguien cree un mundo virtual con posibilidades infinitas nos vamos a lanzar de cabeza a dar rienda suelta a nuestro instinto más friki. Con todo esto, esa moraleja moralista final me ha parecido de lo más rancio, algo que está de más y que se podían haber ahorrado.
Incluso un Spielberg a medio gas es capaz de crear un film que consigue fascinar por sus momentos virtuales, sus referencias y su poderío visual aunque tenga muchas carencias de guión y un ritmo apresurado que puede llegar a crear confusión ¿Es suficiente? Si, desde luego vale la pena pagar la entrada en el cine para ver esto en pantalla grande, es más, debería ser obligatorio.