Ya estamos a vueltas con el Predator, ocho años han pasado desde que apareció por última vez en la gran pantalla con Predators bajo la dirección de Nimród Antal y con Adrien Brody de protagonista, y treinta y uno desde que apareció por primera vez de la mano de John McTiernan con Arnold Schwarzenegger en la película que lo convirtió en la figura de la cultura popular que es hoy día. Por el medio hasta ha tenido sus encontronazos con su colega el Alien en un par de ocasiones.
Shane Black se ha ocupado de actualizar el personaje y ofrecer nuevas ideas y una nueva cacería en la Tierra que trae como novedades una nueva raza de Predator más fuerte y más grande, así como sus planes tecnológicos y de regalo un par de perretes predator. Para ello, Black nos presenta a un variopinto grupo de soldados cuyos diálogos y camaradería nos ofrecen algunos de los mejores momentos de la película, se nota que aquí Black se mueve en terrenos en lo que se siente muy cómodo.
Con todas sus novedades en lo relativo a los Predators, e incluso con una científica que parece mejor preparada y tener más agallas que cualquiera del ejercito de los malos y con un niño autista que, yo no entiendo mucho del tema, hay que decirlo, parece que lo es cuando le interesa al guión, o al menos no es la típica visión del autista a la que nos tiene acostumbrado el cine, Black se desenvuelve bien y sabe sacarle partido a lo que tiene. No es difícil dejarse atrapar y disfrutar del espectáculo que a pesar de todo lo mencionado es de lo más eficiente.
Pero en su tramo final, en cuanto entran en el bosque, se acabó lo bueno, y como si la película cambiara de tono, empieza el festival de muertes estúpidas y predecibles, así como la acción más inverosímil y efectista haciendo que todo lo conseguido hasta ese momento se desmorone en minutos. Todo empieza a suceder muy rápido y con un montaje caótico en donde incluso uno de los malos que lleva toda la película fastidiando es capaz de morir sin que apenas nos enteremos, cuando debería tener una de esas muertes de malo de película jodida en la que el espectador se pueda regocijar.
No mejora tampoco un final ridículo que pretende dejar la puerta abierta a una supuesta secuela que ya veremos si se acaba llevando a cabo. La nueva aventura de Predator se queda a medias tintas entre una primera hora de lo más entretenida y divertida, donde además hay muertes de lo más sangrientas y desagradables, y un tramo final donde la película parece no tomarse en serio y abandonarse a un mero espectáculo absurdo que no funciona se mire como se mire.