No One Gets Out Alive supone el debut de Santiago Menghini, especialista en efectos visuales, con un film de terror que adapta la novela de Adam Nevill, cuya novela The Ritual ya fue adaptada no hace mucho también en la plataforma de Netflix y con la producción de Imaginarium Productions. Sabiendo esto, y si estamos pendientes a los detalles, no es difícil descubrir un pequeño guiño a la anterior adaptación.
El film nos cuenta la historia de Ambar, una joven mexicana recién llegada a Estados Unidos de manera ilegal que busca sobrevivir como puede. Se verá obligada a alojarse en una pensión de mala muerte donde empezarán a suceder cosas extrañas. Vamos, lo típico de cualquier película de casa con espíritus, pero con un añadido final a base de rituales que le viene muy bien para salirse de lo habitual.
Si algo hace bien No One Gets Out Alive es crear una atmósfera que se va enrareciendo y cociendo a fuego lento, sobre todo dentro de esa tétrica y destartalada pensión, y de su peculiar dueño, un buen acierto de casting el de Marc Menchaca, que tiene una imponente presencia, como también lo es Cristina Rodlo, nuestra sufrida y desamparada protagonista, ya que el film no pierde la oportunidad de ofrecer un desgarrador retrato del inmigrante sin recursos que busca ganarse la vida honradamente pero que sin papeles no puede hacer prácticamente nada más que trabajar en un taller ilegal y dormir en una habitación de una dudosa pensión donde no piden identificación.
En su contra hay que decir que no se escapa de caer en clichés del género y en un guion con alguna que otra decisión un tanto cuestionable de cara a la galería que le hace perder credibilidad y entereza, sobre todo en su tramo final, lo cual nos deja un poco como que sí, pero con alguna pega que hace que un film que podría llegar a ser algo destacable, se quede tan solo en un poco por encima de la media.