Love and Monsters en una película con acción, aventuras y romance en medio de un mundo post-apocaliptico lleno de monstruos de todo tipo, vamos, que tiene todos los ingredientes para ser uno de esos films con el que pasarlo en grande a poco que se haga medianamente bien, pero no solo lo hace bien, creo que va un paso más allá y lo hace excepcionalmente bien.
La acción nos lleva hasta un planeta Tierra infectado de monstruos, que han surgido a raíz de mutaciones en animales de sangre fría después de que el planeta se uniera para lanzar todo su arsenal de misiles y bombas hacia un meteorito que se dirigía a la Tierra. La radiación que vino después fue lo que causo que los animales mutaran y se convirtieran en feroces criaturas de todo tipo y de los más diversos tamaños.
Está claro que el origen de todo está un poco pillado por los pelos, aunque no deja de ser un homenaje a todo ese cine clásico de monstruos de una época donde la radiación era la causante de todo. Pasados uno cuantos años, los pocos humanos que quedan sobreviven como pueden bajo tierra en bunkers, ya que la superficie es territorio de las temibles criaturas.
Joel vive en una pequeña comunidad, pero añora a su antigua novia con la cual a logrado contactar con radio en una ubicación no muy lejana. A Joel no se le da muy bien enfrentarse a los monstruos, no tiene madera de heroe ni de luchador, pero cansado y aburrido de su vida actual, decide hacer una locura, emprender un viaje por la superficie para ir en busca de Aimee.
Y empieza así una aventura donde nuestro protagonista tendrá que aprender a defenderse y a conocer los peligros que le acechan fuera de su refugio, que no serán pocos. Love and Monsters consigue que haya un delicado equilibrio entre la acción, el humor y los momentos más sentimentales de dolor por los seres queridos que se han quedado atrás, además que lidiar con el no siempre satisfactorio componente romántico, pero que aquí está muy bien resuelto.
Todo esto convierte a Love and Monsters en una película mucho mejor de lo que cabía esperar, toda una sorpresa que además cuenta con unos efectos especiales bastante buenos, una solvente actuación de su protagonista principal Dylan O’Brien y la presencia de un Michael Rooker con un papel que le viene que ni pintado. Un film que coge un poco del cine de los 80 más aventurero y fantástico, e incluso un poco de la serie B más desenfadada, para convertirse en una de las mejores películas de género de este tramo final de año.