Crítica: Kill Boy

Crítica: Kill Boy

Kill Boy es el primer largo de Moritz Mohr, todo un festival de violencia gamberra y salvaje de lo más divertido ambientado en una sociedad post-apocalíptica gobernada por Hilda Van Der Koy, una especie de dictadora autoritaria que asesinó a la familia de nuestro protagonista cuando era niño y que escapó por los pelos pero se quedó sordo y mudo. Ahora, después de ser entrenado por un misterioso chaman, ha vuelto para buscar venganza.

Boy, que es como se llama el protagonista, nos va hablando a través de una voz en off todo el rato, compartiendo sus pensamientos e inquietudes con los que lo vamos conociendo poco a poco y descubriendo su terrible historia. El chico es sometido a un durísimo entrenamiento y se acaba convirtiendo en una máquina de matar, aunque se encuentra perdido en un mundo que no conoce. Pero guiado por un par de locos de la resistencia, acabará encauzando su propósito de venganza.

Kill Boy seguramente sea la película más violenta y sangrienta del año, con permiso de Deadpool, y la que tiene las mejores escenas de acción, la escena final no tiene nada que envidiar a la pelea final de uno de los mejores films de acción de los 24 años como es The Raid, y además comparte villano final, el increíble Yayan Ruhian, que vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores de acción y de lucha que hay actualmente.

Kill Boy es graciosa y gamberra, y además su guion nos guarda más de una sorpresa totalmente inesperada, lo que aún le hace ganar más enteros. Es como si de una película de superheroes se tratara, donde se nos narra el trágico origen del personaje pero sin los problemas que acarrea el estar dentro de un universo propio, y con la libertad de poder ser tan cafre como quieras, sin contenerte a la hora de hacer escenas pasadas de rosca y llenas de sangre. Desde luego ha sido una grata sorpresa y se trata de una película muy a reivindicar y que no pase desapercibida.

Puntuación
15out of 5

3.8

3.8 out of 5
No te arrepentirás

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