Vuelve John Wick para demostrar como tiene que hacerse cine de acción como Dios manda, y lo hace superando con creces su primera parte, tanto a nivel de coreografías y de violencia, como a nivel argumental, que quizás en su anterior film se notaba en su tramo final un poco de agotamiento en la formula y aquí es mucho más redondo en ese aspecto, sin que la trama decaiga prácticamente en ningún momento.
No hay manera de que John Wick se retire, y parece que va a tener que seguir matando gente a tenor de su abierto final que da pie a una tercera parte que ya todos nos imaginábamos iba a tener de cualquier manera. Tras cerrar el círculo al principio del film recuperando todo lo que le quitaron en la primera, Wick se verá entre la espada y la pared cuando aparezca un viejo conocido pidiéndole un trabajo que podrá rechazar y que lo llevará hasta Roma.
Espectaculares escenas de acción que son impresionantes coreografías de lucha ejecutadas con milimétrica precisión y con un personaje al que no le tiembla el pulso a la hora de apretar el gatillo tal y como ya comprobamos en su anterior film. Aquí se ha ido un paso más allá para mostrar una acción de manera tan sorprendente como natural, sin que la cámara te maree ni que parezca que el cámara tenga Parkinson.
Pero no todo lo bueno de esta Pacto de Sangre viene de la acción, si algo ha sabido aprovechar y expandir esta secuela es ese peculiar submundo del crimen que funciona con sus propias monedas, tiene su propia centralita, sus hoteles neutrales y todo tipo de negocios clandestinos en donde parece que todo el mundo se conoce. No inventa nada que no hayamos visto antes, pero si que consigue sacarle el máximo partido a todo el tinglado, por mucho que a veces sea un poco surrealista en su conjunto, véase la escena de la compra de armas, por poner un ejemplo.
Además tienen sus propias leyes, un marcado código de honor que todos respetan y que nadie se atreve a saltarse, incluso lo más poderosos jefes del crimen saben que hay unas normas y que ni siquiera pueden meterse con los dueños de estos hoteles donde no se permiten enfrentamientos de ningún tipo. Ya digo que no inventa nada nuevo, cosa hoy día prácticamente imposible, pero si que logra a base de humor negro y de mucho aire de comic, darle a todo el conjunto una complicidad y un grado de misticismo que en pantalla luce de maravilla.
Chad Stahelski y David Leitch, el dúo que debutó con la primera John Wick, ha sabido convencer a base de acción contundente, y desde luego van a exprimir la formula y la manera de rodar acción, el primero encargándose de esta secuela en solitario y el segundo con Atomic Blonde, que veremos este verano y que promete a una Charlize Theron muy en plan Keanu Reeves.