Si el año pasado nos sorprendía el debut en la dirección de Jordan Peele con Get Out, que se erigiría como una de las mejores propuestas de terror del año, este 2018 es otro debutante el que pone patas arriba el género con Hereditary, se trata de Ari Aster y parece que viene a confirmar que hay una serie de cineastas en los últimos años que debutan con películas de terror que son entre notables y sobresalientes. Entre ellos no hay que dejarse también los nombres de Robert Eggers, que debutó en 2015 con The Witch, y un año antes el debut de Jennifer Kent con Babadook. Una curiosidad, todos ellos también son responsables del guión de sus películas.
En Hereditary nos encontramos con lo que parece ser la típica familia de clase media-alta estadounidense, un matrimonio con un hijo adolescente y una hija de 13 años. La muerte de la madre de la mujer, la abuela de los chicos, es el punto de partida para que empecemos a descubrir que secretos se esconden tras esta idílica familia y las tensiones enterradas y su historia de sucesos traumáticos empiezan a salir a la luz.
Ari Aster se toma su tiempo para ir desmontando a la familia, para ir mostrando sus traumas que van desde una abuela desquiciada pasando por una madre ofuscada y llena de inseguridades hasta llegar a una hija rarita que se comporta de manera extraña. Entre medias tenemos a un padre que aporta calma pero que tampoco se inmiscuye demasiado en los problemas familiares y un hijo adolescente con los problemas propios de su edad.
Todo se va cociendo a fuego lento y el drama familiar llega un momento en que se empieza a desbordar con la entrada del elemento sobrenatural que será el detonante que de entrada al terror y a la locura, rematando en uno de los mejores climax finales que se han visto en años, donde todo el desasosiego acumulado explota de manera perturbadora para dejarte acojonado en tu butaca.
No hay tan solo un guión sólido y equilibrado detrás, una gran dirección y puesta en escena, es que hay también unos actores que están perfectos en sus papeles. Toni Collette es quien quizás más peso y protagonismo tenga y hasta cuando está desquiciada convence, junto a un Gabriel Byrne sobrio como marido que las va viendo pasar y los dos hijos, una Milly Shapiro inquietante y un frágil y asustado Alex Wolff.
Hereditary vuelve a demostrar que el género está más vivo que nunca y que hay una nueva generación dispuesta a sacarlo de sus tópicos y su encasillamiento y de la cual esperamos muchas y gratas sorpresas en los sucesivos años, nos esperan diversas alegrías en el futuro.