Sorprendente, y contundente, film escrito y dirigido por Jeremy Saulnier a medio camino entre el western contemporáneo y la tragedia shakesperiana que deja bien claro que el ser humano puede ser un cabrón vengativo de mucho cuidado convirtiendo el ojo por ojo en una forma inconsciente de vida.
Blue Ruin nos presenta a Dwight, un espectacular Macon Blair, como un mendigo que sobrevive pillando comida de cubos de basura y allanando casas cuando están vacías para ducharse y coger ropa. Su vida de rutina y desgana se volverá a activar cuando recibe la noticia de que un viejo conocido sale de la cárcel. Dwight iniciará así un viaje a los infiernos guiado por una venganza que se acabará volviendo en su contra y en la de la poca familia que le queda.
Destaca en Blue Ruin su facilidad por captar la realidad, estamos tan acostumbrados a unas normas cinematográficas que cuando algo se acerca de manera tan palpable al mundo real nos resulta chocante e incluso raro. Dwight, su protagonista, no es un tipo duro, más bien seria todo lo contrario a la definición de tipo duro, es un pobre desgraciado bastante torpe cuyas ansias de venganza le harán caer en una espiral de violencia de la cual será imposible salir sin pagar un alto precio. Dwight apenas sabe coger una pistola, y mucho menos disparar, pero tendrá que defenderse como pueda.
No hay apenas banda sonora, y cuando la hay es tan sutil que prácticamente no se nota. Es otra de las maneras que tiene su director de acercarnos más la película, de alejarse de esas normas cinematográficas, al igual que su manera de mostrar la violencia, sucia, con sangre, torpe y cruda, de manera que impacte mucho más.
Blue Ruin sabe crear auténticos momentos de tensión con muy poca cosa, hay escenas realmente memorables como la de la casa de la hermana o la impecable y jodida escena final por nombrar tan solo dos. Realmente llegas a padecer y a sufrir por la mala suerte y lo desafortunado que es Dwight, como todo le va saliendo mal, como sus planes se van una y otra vez al traste.
Por otro lado, tengo que decir que la película llega a acojonar, porque asusta ver que en pleno siglo XXI todavía existen en plena civilización valores tan arcaicos y medievales como los de estos protagonistas donde el perdón es una palabra que no existe en su vocabulario. El ser humano puede ser maravillosos que decían aquellos, sí, y también puede ser un grandísimo hijoputa.